POR
QUÉ LA IZQUIERDA DESPRECIA EL VOTO
Me
pregunto esto con ánimo de entender que ocurre cuando ante una
convocatoria electoral, el votante de izquierdas desprecia el voto, y
la respuesta es casi inmediata: para qué vale el voto si tras las
votaciones todo sigue igual. Para que vale votar si los que mandan
seguirán haciendo lo mismo.
Claro
está que los medios explicarán los logros que suponen que los
gobiernos centrales y las administraciones locales estén en manos
amigas que en manos de lo ajeno –enemigas–, pero la diferencia,
para el votante ideológica-sentimentalmente comprometido, el
votante de izquierdas, más consciente de los problemas sociales y
políticos que, sabe por dura y desagradable experiencia que los
verdaderos problemas que afectan a la mayoría seguirán igual o peor
porque la política que se impulsa desde el poder –gobiernos
centrales y locales– es la que el sistema capitalista desea, esa
que deciden los organismos internacionales y que los gobiernos de
izquierdas no son capaces de romper, por ejemplo Syriza
en Grecia, es el ejemplo más sangrante, pero la tónica de la
izquierda es de esa característica: respetan el comunismo
burgués
del capital financiero, la
derecha que carga de deudas a los Estados y a
las familias porque, según esos organismos internacionales
–FMI, BM, WTO, etc., etc.,– es lo que conviene y lo que es mejor
para todos, sin que desde ningún rincón del panorama,
ni mundial ni local se salga a explicar lo que OXFAN pone es sus
informes año tras año, y cada vez más suavemente (no en vano sus
financiadores institucionales dejaron al descubierto las vergüenzas
de algunos dirigentes ), y así, ese comunismo
perverso del capital financiero concentra propiedades y dinero en dos
o tres potentados que tienen más dinero que algo más que la mitad
más pobre de la humanidad, sin que, cuando se pone el
altavoz tertuliano algún invitado se descuelgue presentando esa
estadística infame, que pone cifras y letras a poseedores de la
tierra.
CHALECOS
AMARILLOS
Francia,
la Francia Republicana, harta de recortes y de cuentos no ha esperado
más y se ha echado a la calle para decirle al gobierno de Macron, no
solo que no van a pagar más la crisis, sino que exigen
reivindicaciones concretas, que se pueden resumir en una sola: mayor
justicia social, que los ricos paguen impuestos sin
trato de favor.
No
han esperado a que los partidos les convoque sino que su acción ha
convocado a los partidos a definirse del lado de la acción
de romper los recortes y desmontar la política de austeridad del
comunismo
perverso del capital
financiero.
París,
con tradición de luchas populares, ha acogido a esa Francia
republicana que esta demostrando que las políticas de austeridad se
pueden romper y se han de romper, y que solo se han impuesto
en el mundo, nada más que por la falta de decisión política de la
izquierda amansada por las políticas de colaboración con la
burguesía y su sistema, en fase agónica,
cada vez más desbordado porque no puede dar respuesta, dentro
del sistema a las necesidades sociales,
políticas y culturales de una sociedad avanzada porque
existe una contradicción imposible de salvar sin romper sus
esquemas. El modo de producción de mercancías, que siempre necesito
un elevado nivel de paro –ejercito de reserva laboral– no solo no
lo puede disminuir ese ejercito de paro y calamidad, sino que los
avances científicos y tecnológicos están produciendo medios y
modos de eliminar la fuerza de trabajo (no otra cosa es la robótica
y la inteligencia artificial), porque va inscrito en los entresijos
del sistema la disminución de los costes
(esa disminución de costes es el paro y también la inteligencia
artificial, la robótica),
pero además, la circulación de mercancías produce una abundancia
de dinero magnificada por la velocidad de la rotación de la
circulación monetaria, a su vez multiplicada por los modernos medios
de pago de plástico –tarjetas de crédito/débito, móviles,etc.–,
que lejos de revertir en mejoras sociales (la colosal suma de dinero
acumulada en los bancos) se deriva a la especulación desatada, a la
corrupción y hacia el crimen organizado, imposible de impedir porque
lo facilitan los poderes fácticos como un medio de extorsión, al
permitir canales paralelos tolerados porque sus actividades,
cuidadosamente apartadas de la publicidad facilitan al poder medios
de control social alternativos, como
es el terrorismo, el crimen organizado, imposibles de mantener sin
la existencia de los paraísos fiscales.
Esto
es lo que perciben los votantes de izquierdas, que se quedan en casa
sin ir a votar, y los ciudadanos franceses descontentos, que aunque
no puedan teorizar su indignación saben, históricamente,
que las conquistas sociales tienen que defenderse por la
fuerza, cuando el poder no atiende a razones.
La
grandeza de esa lucha espontanea es la que garantiza ser atendida por
el gobierno, y la misma imposibilidad para el gobierno de Macron de
dialogar con los manifestantes, la ratifica, al mismo tiempo que
muestra la debilidad del movimiento espontaneo, al carecer de
dirección.
DOS
GUERRAS MUNDIALES QUE DESHICIERON EL MOVIMIENTO OBRERO
No sé si existe algún estudio de lo que significó para la clase
obrera internacional, para la socialdemocracia, depositaria y
heredera del pensamiento marxista las dos guerras mundiales que
tuvieron lugar en el territorio europeo en los comienzos del siglo
xx, primero, porque la velocidad que la ciencia y la tecnología
imprimieron a la estructura económica, alteraban los cimientos en
los que se asentaba la sociedad. Según mi discutible opinión, a lo
largo del siglo xx, la estructura económica de la sociedad (la
introducción de máquinas y procedimientos en la producción, la
banca y el comercio ), ha variado cada década, y en ese tiempo la
formación de nuevos conceptos que alteraban los usos y costumbres
carecieron de la teorización necesaria para la formación del
pensamiento independiente –del intelectual colectivo– del dominio
ideológico de la burguesía, porque la traición de los dirigentes
socialdemócratas en Alemania y Francia, liquidó esa posibilidad de
teorización independiente, no solo en el plano intelectual sino
material, personal, asesinando a los militantes y teóricos, cuyo
principal exponente fue –sobre todo– Rosa Luxemburgo.
El segundo acontecimiento determinante, en la fragmentación y
disolución de ese pensamiento independiente que aportaba la
socialdemocracia, antes de la primera guerra mundial, fue la
revolución rusa de 1917, que tras la traición de los dirigentes en
las votaciones de los créditos de guerra de 1914, fue la toma del
poder por los socialdemócratas rusos de la fracción bolchevique,
que terminó por dividirla en dos concepciones irreconciliables a la
socialdemocracia, y fue irreconciliable, precisamente tras el
asesinato, y la participación de la socialdemocracia alemana en el
crimen cometido en las personas de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht,
porque ya no fue posible compartir el mismo lado de la barricada.
El efecto demoledor de las teorías bernsteinianas –Eduard
Bernstein– de subordinación a la burguesía, fue la que facilitó
que los parlamentarios socialdemócratas, en Francia y Alemania se
pusiesen a las ordenes, tras sus respectivas burguesías y dieran
lugar a las mayores matanzas de la historia.
La necesidad, para la lucha de clases entre expropiadores y
expropiados es ese pensamiento independiente que ha de recorrer las
luchas sociales porque los expropiadores sí se articulan, sí se
organizan, sí se coordinan para que su expropiación, como clase
expropiadora sea efectiva, aunque luego, entre ellos se ajusten las
cuentas.
Todas las luchas del siglo xx y lo que va del presente siglo xxi
están carentes de ese espíritu independiente y por lo tanto
sometidas a la falsa idea de que dentro del sistema es posible
encontrar respuesta a las necesidades populares, cuando
es radicalmente imposible, porque, a), el modo de producción
de mercancías está internacionalizado; b), porque el mercado es
global y sólidamente estructurado al rededor de un núcleo de
grandes bancos interparticipados; c), porque esa solida
estructuración se articula al rededor de una serie de acuerdos
puntuales, internacionales (tomados en conjunto), tendentes a no
romper acuerdos de difícil recombinación (que ahora esos acuerdos
se estén rompiendo por las luchas arancelarias, y las sanciones que
la burguesía dominante –de Estados Unidos– dicta, es el ejemplo
de la agonía del sistema, y la necesidad de un nuevo ordenamiento
mundial que quieren los poderosos).
REINVENTAR EL INTERNACIONALISMO PROLETARIO
Las políticas nacionales de los Estados nacionales burgueses dejaron
de ser soberanas desde el final de la segunda guerra mundial.
Las normas impuestas por Estados Unidos fueron acogidas por la
burguesía europea con diferente entusiasmo, pero el temor y la
ausencia de alternativas terminaron de imponer una práctica política
que beneficiaba al vencedor de la guerra.
La izquierda tiene que tener el valor de aceptar la terrible traición
que supuso romper el internacionalismo obrero y doblar la cabeza ante
la patria burguesa. A comienzos del siglo xx el, concepto y sus
consecuencias prácticas, podrían entenderse que tales términos, la
solidaridad proletaria fuera un artificio ideológico, con pocas
interrelaciones practicaras, pero hoy, las interrelaciones materiales
que afectan a los trabajadores son claras y cotidianas, y no hay
razón para empecinarse en políticas nacionales que son falsamente
soberanas.
La izquierda dejó pasar su oportunidad en 1914 y en 1939 de
separarse de la burguesía, adoptando una política indepndiente y
ese balance ha resultado nefasto, y no puede darse el lujo de perder
la oportunidad de tomar en sus manos los destinos de los
trabajadores, proponiendo y luchando por una Europa de los
trabajadores, de los ciudadanos cuando la Unión Europea se tambalea
porque el sistema, el modo de producción de mercancías está
llegando a sus límites, porque la estructura económica se encuentra
encorsetada por la propiedad privada de los medios de producción,
que no beneficia más que a un puñado de potentados que tienen en
sus manos los destinos de la humanidad, y desde esa perspectiva, los
intereses generales del conjunto social, humano, chocan con los
criterios recogidos en sus leyes, que les privilegian, imponiendo la
política dictada por el capital financiero, que dirige la burguesía
dominante estadounidense, pero sobre todo por que –opinan los
expertos– la próxima crisis económica se está anunciando y según
esos expertos, será mucho más desastrosa, y cuando eso suceda, la
burguesía se habrá quedado sin argumentos, sin justificación para
pedir más sacrificios y solo entonces la sociedad volverá a mirar
a los que propongan una política alternativa global, es decir, de
contenido holístico, entendiendo la sociedad la posibilidad de
articular la existencia con otros contenidos nuevos, mejores y más
armoniosos.
Francia,
Alemania, España, Reino Unido, Irlanda, Bélgica, Holanda, han de
tener la perspicacia de anticiparse y convocar a la clase obrera
internacional –estadounidenses, africanos, rusos, árabes, chinos–
a unir fuerzas para buscar ese tipo de alternativa al capitalismo
decadente porque ya hemos pagado la crisis de 2008, y seguimos más
empobrecidos y endeudados. La próxima crisis habrá de seguir el
ejemplo de los chalecos amarillos de Francia, desde el principio y
negarse a aceptar ningún tipo de recortes, desautorizando
a los lideres obreros,
sindicalistas,
parlamentarios,
que osen
aceptar y seguir ese tipo de política.
Reivindicar los impuestos progresivos a las grandes fortunas,
empresarios y banqueros, ha de ser una reivindicación
indeclinable, exigir un
único gobierno europeo elegido democráticamente y resposable ante
el parlamento que debe rendir cuentas ante un parlamento europeo
pleno de soberanía, con poderes legislativo en todo el territorio de
la unión, capaz de tomar acuerdos internacionales, libre de
chantajes, sin bases militares de la OTAN y que tenga una política
propia con los vecinos de Oriente Medio, el Magreb y África, será
la que garantice una política independiente, que la ciudadanía
internacional reconocerá con ese contenido abierto, generoso,
acogedor porque reconocerá al ser humano como lo más importante, y
no a la mercancía al dinero, al interés explotador, a la ganancia,
como el centro del sistema.
Un
nuevo orden holístico tiene que empezar expropiando los
conglomerados empresariales ligados a la industria militar porque un
puñado de potentados no tienen derecho a disponer de la vida de las
personas, no tienen derecho a tener en sus manos los destinos del
mundo porque a ellos, los ricos potentados les beneficie; la cultura
y el conocimiento no puede ser un gueto reservado a unos pocos, sino
que la sociedad tiene que tomar en sus manos ese capítulo, como una
necesidad de salud pública, dada la sociedad que se está
construyendo, altamente tecnificada, articulando programas de
explicación y divulgación, de qué es ciencia, para que se quiere
que valga, y la ciencia no puede quedar solo en las ciencias físicas,
las ciencias sociales y sus entresijos deben exponerse con claridad,
porque solo así será más fácil que las personas encaren las
concepciones filosóficas que explican los sentimientos religiosos,
es decir, se trataría de así, de minar el terreno de la
superstición, la superchería, no se trataría de prohibir las
creencias, que para muchas personas, dan sentido a sus vidas, sino de
proveer a la ciudadanía con los medios culturales y filosóficos que
les permita interrogarse a sí mismos.
En
resumen, la próxima crisis enfrentará a la sociedad a la necesidad
de rechazar los conceptos burgueses, desde el principio, porque el
sistema está agotado, y el recurso a un guerra en el territorio
europeo es algo que contemplan los estrategas burgueses
y la izquierda puede tener la capacidad de enfocar un nuevo panorama,
un nuevo orden si tiene el valor de romper el corsé del
nacionalismo inútil, que
sale del paso diciendo que es mejor votar a la extrema
derecha si es honrada,
cuando toda la historia se esfuerza en advertirnos que el poder, la
derecha, que es la que
establece leyes privilegiantes, es canalla, ladrona, sanguinaria y
excluyente.
jmrmesas
veintisiete de diciembre de dos mil dieciocho
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