¿ES TSIPRAS
UN TRAIDOR?
El término
es contundente y brutal, pero es una pregunta pertinente porque, al
parecer, el referéndum del domingo 5 de julio, parecía que ese
ataque a las condiciones de vida de los amigos griegos, en
expresión de Pablo Iglesias, no sería posible, y sin embargo, es lo
que el gobierno de Tsipras tiene que hacer, para conseguir un tercer
rescate, y aquí es donde conviene hacer puntualizaciones porque no
es lo mismo que la tijera la meta un gobierno de los mercados, que un
gobierno enfrentado a los mercados, por lo tanto, ese matiz
establece una diferencia muy notable, pero en la medida, que
la acción de gobernar no contempla plantear el debate sobre la
naturaleza del sistema capitalista, hacer una reforma para que
los más ricos paguen más impuestos, equivale, en el
sistema capitalista, regulado por los expertos a sueldo de las
ochenta personas más ricas del mundo, a una revolución, que
el gobierno de Tsipras, de Syriza, no comtemplaba, no entraba en sus
cálculos, en sus esquemas, y por tanto, resulta más fácil elevar
los impuestos a todos, es decir, subir el iva a los más débiles, a
los de siempre, que subir los impuestos a los más ricos y bajarlos a
los más pobres.
No me cabe
duda que la acción de gobierno de Syriza, que encabeza Tsipras, será
mucho más comedida y mucho más decente que la de los gobiernos
precedentes, pero en la medida que Grecia, España o cualquier otro
país de la Unión Europea, han de hacerlo en el marco de esta
construcción política, en las postrimerías del modo de producción
mercantil, agotado e inservible para el conjunto del genero humano,
estos gobiernos están destinados a fracasar porque lo que se impone,
en esta etapa histórica, es la ruptura con el sistema, y eso
significa una revolución que debe comenzar por plantear, ante los
pueblos la necesidad de desmontar el sistema capitalista, deconstruir
el sistema, al modo que el artificiero desmonta, deconstruye, el
explosivo para volverlo inofensivo, por eso, una reforma fiscal para
que tributen más los ricos, equivale a una revolución, – en
cualquier país del mundo – y mientras los políticos sean de
Syriza o de Podemos, o de cualquier partido que no se atreva a
plantear que el sistema del capitalismo globalizado necesita ser
deconstruido, desmontado, que sería la forma pacífica de evitar la
destrucción de infraestructuras, no será posible un cambio
substancial, porque se facilita la ilusión de la ciudadanía para
encerrarse en el nacionalismo feroz, del que tan buen bocado sacan
los mercados, ese puñado de ricos cuyas 147 transnacionales
condicionan la economía mundial.
De aquí a
las próximas elecciones, la preocupación que están centrando las
discusiones es si ir solo o en coalición, una cuestión que los
intelectuales progres
trasladan a Podemos, cuando la preocupación que debería centrar a
la intelectualidad izquierdista es la de explicar que el sistema no
es reformable, que un sistema basado en el modo de producción de
mercancías, con más de 500 años de antigüedad y que en las
últimas décadas ha perfeccionado su modus operandi, su forma de
proceder, que tan buen resultado les está dando porque producen dos
únicas mercancías de uso exclusivo de la élite política y de la
élite financiera, armas de destrucción masiva y montañas de
dinero, que la población, el género humano, maneja a cuentagotas –
la previsión es que en 2016 el uno por ciento tendrá más dinero
que el noventa y nueve por ciento restante –, mientras que los
mercados
tienen todo a su favor para condicionar la política mundial, la
opción de presentarse a las elecciones es un tema menor, porque si
Podemos, en el formato Iglesias,
se presenta solo, y gana, incluso por mayoría absoluta, se dará
cuenta que España también es Grecia, aunque el PIB de España sea
mayor que el de Grecia, y la fortaleza de la economía española sea
más sólida que la griega, Podemos y Pablo Iglesias no podrán hacer
una reforma fiscal para que tributen los ricos, porque eso supondría
una
revolución internacional
solo posible si esa reforma fiscal fuese parte de un programa europeo
consensuado por las bases sociales, y esas bases sociales deberían
ser advertidas de la enorme tarea que eso supondría – siempre
menor que una guerra, que la OTAN está preparando en Europa –,
pero que significaría desmontar el sistema financiero y el sistema
monetario mundial, del que el €uro es el equivalente a un bazo
del cuerpo de una persona, es decir, hace los ajustes duros que
el dólar no puede hacer, porque Europa es el continente con sistema
de protección social, que Estados Unidos no tiene, y esa protección
social financiada en Europa por presupuestos estatales, tiene que ser
destruida, por eso, los tratados que Estados Unidos quiere colar de
matute, su acuerdo transatlántico, no puede ser conocido al detalle,
porque sería el triunfo de la empresa privada sobre la sociedad y
sobre el Estado nacional.
Querer eludir
el tema ideológico del debate político es un sinsentido porque, si
la izquierda pretende coger a contrapié a los mercados, no lo
conseguirá, espera el momento, aunque lo teme, pero no se la
sorprenderá. La élite burguesa sabe que los partidos al uso, son
corruptibles, o cuando menos, inconstantes – no se puede ser
constante sin una meta y sin un cuerpo teórico que haga entendible
los objetivos, y eso es la construcción de un partido
internacional, el intelectual colectivo –, por eso
empleará todos los medios en evitar que el tema ideológico se
plantee ante la sociedad, porque los líderes y los partidos pueden
ser negociables, pero con las sociedades, con los pueblos no
se pueden negociar, se dominan o será el final de está poderosa
élite de riquísimos burgueses, porque, en el transcurso del proceso
histórico, se está planteando, en términos de vida o muerte,
la reflexión de un socialdemócrata, de extracción pequeñoburguesa,
cuya visita a la Unión Soviética y su entrevista con Lenin supuso
la división, en España de la socialdemocracia entre socialistas y
comunistas, pero este socialdemócrata, intelectualmente decente y
valiente, Fernando de los Ríos, llegó a la conclusión de que
economía libre significa hombre esclavo y que por tanto, la
economía había de ser sojuzgada, sometida a la sociedad, y no al
revés, por eso, si Podemos, Syriza quieren enlazar con la
socialdemocracia, que defendía un mundo solidario, de iguales, la
simbología que tiene que tienen que utilizar no es la de los
símbolos que apela a las emociones – una gran bandera –, sino la
simbología que apela a la razón, al conocimiento, a la reflexión
(semejante a la simbología matemática, sin la cual no sería
posible ni el avance ni la resolución), por lo tanto, apelar a las
explicaciones que ponen enfrente la razón de los mercados
contra la razón de los pueblos como fuente de poder y legitimidad.
Será esta batalla la que dará al traste con con la economía
cristalizada en la forma de superestructura jurídica y política.
Sin está
batalla, indeclinable, Tsipras, aparecerá ante muchos de sus
votantes, como un traidor, y Podemos correrá la misma suerte porque
un grupo de amigos constituidos en partido, sin lazos con la clase
obrera, más que los lazos que se apoyan en las redes sociales, no
aguantará la presión mediática, porque contrarrestar esa presión
sólo puede hacerse construyendo lazos que suponen la lucha codo a
codo y la explicación cara a cara.
jmrmesas
diez de julio
de dos mil quince
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